Cuando uno imagina un cielo surcado por aves migratorias, a menudo se visualizan majestuosas bandadas de gansos o flamencos en perfecta formación. Sin embargo, hay una especie que, a pesar de no recibir la misma admiración, juega un papel fundamental en el equilibrio de nuestros ecosistemas: el Zopilote común o Coragyps atratus. Este ave, a menudo malinterpretada y envuelta en misterio, es una maestra de la supervivencia y merece nuestro detenido reconocimiento.
Conocido como Gallinazo negro, el Coragyps atratus es fácilmente identificable por su plumaje predominantemente oscuro y su vuelo elegante. Adultos de esta especie presentan un tamaño que puede oscilar entre los 56 y 74 centímetros de longitud, con una envergadura de alas de hasta 1.5 metros. Su coloración es uniformemente negra, con excepción de algunas plumas grises en la cabeza de los ejemplares más viejos. Los juveniles se distinguen por tener un plumaje menos lustroso y una coloración más marrón. Su pico, curvado y fuerte, les permite desgarrar con facilidad la carne de las carroñas que encuentran.
El Zopilote común es un ave de gran adaptabilidad, lo cual le permite habitar una variedad de entornos. Se le puede hallar desde las regiones más cálidas y bajas hasta alturas montañosas de aproximadamente 2,400 metros. Su distribución geográfica se extiende desde el sur de Estados Unidos hasta el extremo sur de Sudamérica, prefiriendo áreas abiertas o semiabiertas y evitando las selvas densas.
A diferencia de otras aves migratorias, el Gallinazo negro no sigue patrones de migración estacionales tan marcados. Sin embargo, pueden realizar desplazamientos locales en respuesta a la disponibilidad de alimento y condiciones climáticas. Es más bien un nómada que un migrante a larga distancia, pero su presencia en distintas latitudes a lo largo del año demuestra su impresionante capacidad de adaptación.
El Coragyps atratus es una criatura social que a menudo se observa en grupos, especialmente cerca de fuentes de alimento. Son aves carroñeras por excelencia, lo que significa que su dieta está compuesta principalmente por animales muertos. Esta dieta les confiere un rol ecológico esencial, al actuar como limpiadores naturales. A pesar de su preferencia por la carroña, en ocasiones pueden capturar pequeños invertebrados o peces. Sus hábitos alimenticios y su vuelo eficiente, que les permite recorrer grandes distancias en busca de comida, son solo algunas de las características fascinantes que hacen del Zopilote común un ave digna de estudio y admiración.
La temporada de cría del Gallinazo negro varía geográficamente, pero la mayoría anida una vez al año. Establecen sus nidos en lugares apartados y seguros, como acantilados o huecos de árboles. La hembra pone entre dos y tres huevos, que ambos padres incuban durante aproximadamente 40 días. Los polluelos nacen con un plumón blanco y son cuidados y alimentados por ambos progenitores, un ejemplo de la cooperación parental en el mundo de las aves.
A pesar de su importancia ecológica, el Zopilote común a menudo es víctima de prejuicios y supersticiones. Sin embargo, su presencia es indicativa de un ambiente saludable. En términos de conservación, Coragyps atratus está clasificado como de preocupación menor por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), lo que significa que, por ahora, no enfrenta grandes amenazas a su supervivencia. No obstante, la destrucción de su hábitat y la contaminación pueden representar riesgos futuros.
Así que la próxima vez que miremos al cielo y veamos la silueta de un Gallinazo negro planeando con sus alas extendidas, recordemos la relevancia de esta ave en el ciclo de la vida. Y aunque el misterio que rodea su figura aún perdura, es claro que el Coragyps atratus merece nuestra admiración y respeto.